Cuenta la leyenda que en un campo existía un montoncillo de tréboles de tres hojas. Un día, dos tréboles se enamoraron; sus tallos temblaban al despertar cada mañana de contemplarse el uno al otro.

 Estaban tan enamorados que querían convertirse en uno solo, pero creían que no era posible.  Llegó el día en que por amor, decidieron dejar morir su parte negativa, el miedo, que era lo que los mantenía separados; con él murió también una de sus hojas, y entonces, se fundieron en un solo tallo, formando un trébol de cuatro hojas. Son pocos los tréboles que consiguen llegar hasta los límites del amor, pero ésta es su máxima expresión. Se cree que cuando se encuentra uno, es que se está preparado para la aventura de amar y ayuda a encontrar el amor de nuestra vida.

En la Edad Media se le relacionó con la cruz y cada una de las cuatro hojas representan: esperanza, fe, amor y suerte. Por ello, toparse con uno, es también un símbolo de buen augurio.